Búsqueda personalizada

Las casas de empeño también son una opción de financiamiento

 
 
Marcel tenía una emergencia y necesitaba un préstamo de S/.1.000 por algo menos de 30 días, cuando recibiría su sueldo. Pedir prestado a sus amigos, a sus padres o a sus compañeros de trabajo traía un compromiso y deuda implícitos que no se terminaban con el pago. ¿Ir al banco? Ni hablar, necesitaba el dinero para ese momento y en el banco se demoraban al menos dos semanas para el desembolso, aun si el crédito era aprobado en minutos como prometían en la tele.



 
Parado frente al espejo tras salir de la ducha encontró la respuesta: la grosera cadena de oro que colgaba de su cuello lo podía sacar del apuro. Pero tenía un significado muy especial para él y no quería deshacerse de ella, así que en lugar de venderla en los establecimientos de la calle Los Pinos, en Miraflores, decidió, avergonzado, ir a la caja municipal más cercana en la avenida Larco. “Ahí te prestan si dejas joyas en garantía”, le dijo la señora que vendía chocolates en la puerta del club.
 
EL OTRO FINANCIAMIENTO

La situación real descrita no es un caso aislado. Muchas personas pueden tener —y de hecho tienen— necesidades imprevistas de dinero en efectivo y, sin embargo, prefieren deshacerse de sus joyas que empeñarlas o dejarlas en prenda porque, como dice el gerente de banca personal de la Caja de Ahorro y Crédito de Lima Metropolitana, Antonio Merino, se cree que quien acude a una empresa de préstamos pignoraticios (así se llaman estos créditos prendarios) “está en la última lona”.
 
“Pero no es cierto… ¿es preferible dejar en prenda una joya o una casa? Es exactamente lo mismo (...) nosotros no lo entendemos, pero es una práctica muy común y extendida en Europa, incluso por microempresarios de aquí mismo (...) dejan sus joyas en prenda y cuando ya recuperaron el capital de trabajo vienen a recogerlas… es poner las joyas a trabajar”, explica Merino.
 
En efecto, muchas personas recurren a estos establecimientos para financiar actividades de corto plazo porque, en un mes, una tasa mensual de 10% es relativamente baja cuando se le compara con el costo de oportunidad, esto es, con la posibilidad de obtener el dinero de manera inmediata.
 
¿CÓMO FUNCIONA?

En realidad es muy simple. Uno lleva lo que ha de ser la prenda (y su DNI) al fiador, quien realiza una tasación de ella y entrega el dinero, previa firma de un contrato por el que se obliga al pago de un monto (por lo general pequeño) dentro de un plazo determinado, (usualmente un mes) a una tasa de interés mensual que puede variar entre 5,5% y 12%, según la entidad y el perfil del cliente. Según la publicidad de varios de estos establecimientos (que abundan en Lima), obtener así el dinero que necesita no le toma ni cinco minutos.
 
Lo ideal, claro está, es que la joya sea tasada por un profesional, porque este asignará un valor justo. También ofrece más garantía que el establecimiento esté sujeto a la supervisión de algún ente regulador, como la SBS.
 
Hay varias instituciones que se dedican a este negocio e incluso existen algunos que aceptan casi cualquier cosa como prenda para otorgar un crédito: desde un tostador eléctrico hasta una bicicleta, pasando por una lap top o una consola Play Station.
 
Muchos (la mayoría) de estos negocios no están supervisados y dentro de su giro de negocio también está la compra y venta de bienes, y no solo el crédito prendario. De hecho, como las prendas son rematadas tras 30 días de mora, muchos anuncian remates de electrodomésticos todos los días. Si no confía en ellos, mejor vaya a un lugar que le ofrezca una mayor garantía.
 
Tome sus precauciones, esté atento y cuide sus joyas. Recuerde que así como lo sacaron del problema esta vez, lo pueden volver a sacar de otro. Y no se avergüence; endeudarse no es pecado.